Bayer Münich is the champion

Algunos dicen que la tercera es la vencida. Al fin, después de dos finales perdidas en tres años, hoy se rompió la mala racha. Un 2-1 que se traduce en una final no apta para cardíacos. Llegadas, muchas; goles, los necesarios. Lo justo para que el Bayer Münich se consagre, por quinta vez, campeón de la UEFA Champions League, esta vez, en Wembley.


La alegría, la euforia, el desquite de dos finales perdidas en tres años se refleja sobre las miles de bufandas rojas y blancas. Del otro lado, la tristeza, la decepción y la bronca teñida de amarillo y negro. Los hinchas del Bayer Münich festejando y aplaudiendo a sus jugadores hasta romperse las manos. La fanaticada del Borussia Dortmund, tristes, rompiéndose las palmas para aplaudir a sus jugadores luego de una soberbia actuación de carácter. Sin miedo a traducirlo al criollo, el Dortmund jugó una final a puro huevo. Aunque no alcanzó, tras una enorme actuación del portero Roman Weidenfeller y otra increíble salvada de Neven Subotic en la línea cuando llegaba sólo Arjen Robben.
Con un Bayer Münich que siempre fue más que el Borussia Dortmund, donde demostró un mejor juego, con mayor despliegue y más intención de lastimar. Mientras, el equipo dirigido por Jürgen Klopp constantemente se encontró en la espera de algún contraataque. De vez en cuando encontraban la manera de producir una buena jugada y asustar a Manuel Neuer. El primer tanto llegó a los 60 minutos del juego por medio de Mario Mandzukic, tras un desborde de Robben dentro del área y un pase al medio que llegó a posición del croata. Tan solo siete minutos más tarde, Ilkay Gündogan cambió un penal por gol. Así, decretaba el empate en uno. Cuando parecía que el encuentro terminaba en empate, en el minuto 88, Robben, jugador que había lapidado dos chances clarísimas, se encontró con la pelota dentro del área rival tras una serie de rebotes, allí, en un mano a mano con el arquero Roman Weidenfeller, que indiscutiblemente fue la figura del partido.


Los jugadores, todos, tirados en el suelo. Algunos vestidos de rojo, rezando, agradeciendo y llorando de la emoción. Otros, inundados en lágrimas de tristeza y lamento, bañados en amarillo y negro. La copa en manos de los jugadores bávaros, mientras, atónitos, los de Dortmund observan muy respetuosos el festejo del rival. Esta, era la tercer final en los último cuatro años que disputaba el Bayer Münich, donde había perdido las dos anteriores (la última como local). Al fin, de una vez por todas, se rompe la maldición, no solo del conjunto campeón, sino también de Robben. Este jugador que estuvo presente en las dos derrotas anteriores y que, además, perdió la final del Mundial en Sudáfrica en 2010. Para las finales, el jugador holandés no es el más indicado. Hoy, rompe con esa hegemonía. El técnico que vuela por los aires a causa del festejo de sus jugadores es Jupp Heynckes, que, hoy, se suma a la selecta lista de directores técnicos (son cuatro en total) que ganaron la UEFA Champions League con dos clubes diferentes (Real Madrid y Bayer Münich). En estos momentos, en su reemplazo, está accediendo nada más y nada menos que un tal Pep Guardiola.
Por Juan Eichmann

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